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El ermitaño talentoso

Versátil, flexible y resiliente

Tu talento es una evidencia. Competente, versátil y autónomo, sabe enfrentarte a cualquier situación con una habilidad natural. Sin buscar imponer una dirección o estrategia global, avanzas con flexibilidad y pragmatismo, adaptándote a lo que llega. Eres flexible y resolutivo... y tu entorno lo entiende.

Por lo tanto, esta facilidad tiene un revés: al no exigir nada y al demostrar que siempre te las acabas apañando, te dejan con menos sentimiento de culpa encargarte de todo por tu cuenta. Ni autoritario ni sermoneador, inspiras confianza, pero no necesariamente un compromiso fuerte a cambio. Tus colaboradores, asistentes o pacientes pueden acostumbrarse a contar con tu talento y temperamento, sin medir la carga adicional que te imponen.

Con el tiempo, esta situación genera inevitablemente fatiga y una sensación difusa de injusticia: das mucho, en detrimento de tiempo y beneficios personales, y estás expuesto a la falta de reconocimiento, incluso a la ingratitud. Urge canalizar ese talento y preservar esa personalidad, sin depender de los demás para enfrentar los desafíos, y sin que sea a costa de tu bienestar personal y desarrollo profesional.

El reto no es cambiarlo todo, sino afirmar expectativas claras y estructurar mínimamente tu trayectoria. Establecer objetivos, propios permitiría crear un marco en el que tus capacidades ya no sean solo una red de seguridad para los demás, sino un verdadero motor para tu propia progresión. Algunos ajustes simples en la gestión de relaciones con el equipo y los pacientes serían suficientes para transformar tu talento en una dinámica más equilibrada, donde dejes de ser simplemente disponible y eficaz, para convertirte en una persona mejor rodeada y mejor valorada.

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El ermitaño talentoso
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